Francisco Cristancho Camargo(1905 - 1977)



El Maestro Francisco Cristancho Camargo es uno de los más representativos compositores colombianos del Siglo XX. Además, como instrumentista, se destacó como primer trombón de la Sinfónica de Colombia, primer barítono solista de la Banda de la Policía Nacional, primera bandola del grupo «Lira de Morales Pino» y guitarrista de trayectoria internacional. Fue Director de la Banda Departamental de Boyacá y director de orquestas de fama internacional como «La Orquesta Suramericana», y la orquesta «Ritmo» de Bogotá; el Maestro Cristancho se destaca como gran compositor de bambucos, como “Bochica”, “Bachué”, “Bacatá”, “Tequendama”, “Pa’que me Miró”, «Guatavita», «Hunza», «Quemuenchatocha», «Sutatenza»,»Bajo el Cielo Sobre el Llano»; pasillos, como “Iza”, “Trigueñita”, “Retoños”, “El Mochilas”, “Don Cavaquiño”; danzas como “Santafereña”, entre otras, y torbellinos como “Ende que se fue con otro”, “Que yo te Digo que Sí”, “Torbellino de mi Tierra” y “Festival Chibcha”.
Es considerado el «Músico Indigenista» por su afición a la temática folclórica dedicada a mitos, caciques chibchas y lugares indígenas: nunca dejó de lado sus raíces y, por el contrario, siempre tuvo presente las deidades indígenas a las cuales les dedico una gran parte de su obra (es de anotar que dentro de la mitología o de la tradición de nuestros indígenas chibchas del altiplano cundiboyacense es en el pueblo de Iza, antiguamente un poblado indígena, en donde se aparece por primera vez la figura mítica y civilizadora del Gran Bochica, a quien el maestro le dedicaría uno de sus más grandes y renombrados bambucos).
Su estilo de composición presenta unas cadencias de profundidad nativista, en donde encontramos sintetizados el interés del artista por lo más autóctono de la raza indígena y la profundidad de los aires musicales de Boyacá. La maestría del compositor Cristancho y la perfección de sus arreglos, le han dado uno de los primeros puestos en Colombia en la composición de música folclórica nacional.
Al respecto nos dice el estudioso Javier Ocampo López (Ocampo López, 1983):
“Su estilo de composición presenta unas cadencias de profundidad nativista, en donde encontramos el interés del artista por lo más autóctono de nuestra raza y la más bella ingenuidad, y a la vez profundidad de los aires folclóricos musicales de Boyacá. La maestría del compositor Cristancho y la perfección de sus arreglos, le han dado uno de los primeros puestos en Colombia en la composición de música folclórica nacional.
Algunos torbellinos se presentan en forma de conversación, como el recogido en el folclor boyacense por los maestros Francisco Cristancho Camargo y Roberto Jaramillo A., con el nombre «QUE YO TE DIGO QUE SI»:
– ¡Que yo te digo que sí!
– ¡Que yo te digo que no! ¿Usté que v hacer con mí?
– Eso le importa es a yo.
– ¡Mira india, que me muero!
¡Téngase su mano queta!
Si prenderte no más quero…
del cuento de la jeta.
– ¿Otra vez tomó guarapo?
– El guarapo es lo mejor pa sentirse uno más guapo
y pa jálale al amor!
¡Que tenga queta la mano o me voy! – iTan retrechera!
– ¿Qué se está pensando, hermano?
Con mi no hace lo que quera.
– Por un beso…
– Calle el pico
que lo van a oír mis amos.
– no me creas tan burríco que los dos pa eso estamos.
– ¿Pa qué?
– ¡Pa queremos!
– ¿Luego busté si eré que me gusta?
– ¡Mira que ya no te ruego!
– iSi a mí nenguno me asusta!
– ¿Ya ves que sí?
– puss… si me tenes surumbuliada
Pa lo que ha de haber aquí eso hast ‘oríta no es nada.
Cojamos nuestro camino…
¡India linda!
Indio ladino
que me ganates la guerra! – Te la ganó el torbellino… Los dos: Torbellino de mi tierra.
“Francisco Cristancho Camargo el compositor nativista
El maestro Cristancho ha perfilado a nivel continental, la corriente del nativismo musical en el folclor colombiano: por su tendencia indigenista con inspiración chibcha; y por su interés por lo autóctono boyacense en el hombre y en el paisaje.
Es el músico indigenista por su afición a los temas chibchas, matizados en tonos menores con cadencias, aceleraciones rítmicas y suspensos, en donde encontramos la proyección de la melancolía de los ritmos chibchas y la profundidad mesurada y a la vez ardiente de la raza indígena. Los títulos de sus obras recuerdan los mitos, caciques chibchas y lugares sagrados indígenas. Destacamos entre sus bambucos nativistas: «Bachué», «Bochica», «Quemuenchatocha», «Bacatá», «Hunza», «Guatavita», «Sutatenza», «Festival Chibcha» y otros; asimismo sus pasillos «Chía» e «Iza».
El maestro Cristancho se interesa también por lo más autóctono de la raza mestiza boyacense y en especial por la más bella y sencilla ingenuidad campesina del hombre y del paisaje. Los idilios campesinos, los atributos de la mujer boya-cense, matizados en los tonos menores y mayores de sus composiciones musicales buscan ese encuentro entre la melancolía indígena y la alegría vivaz del alma hispánica. Destacamos sus famosos torbellinos «Ende que se jué con otro», «Que yo te digo que sí», «Los labios que me besaron», «Torbellino de mi tierra» y otros. Asimismo sus bambucos «P’a qué me miró» y «Trigueñita»; y su conocido pasillo «Bajo el cielo sobre el llano», canción ganadora del III Festival de la Canción en Villavicencio. Es asimismo el compositor del «Himno a Tunja», adoptado oficialmente por el Acuerdo 10 de 1966 del Concejo de Tunja.
Entre sus últimas composiciones destacamos a «Retoños», bella obra de sabor paternal dedicada a sus hijos y a su nieto.
Javier Ocampo López”, citado por (Landínez, 1977)
A continuación, transcribimos íntegramente una reseña biográfica publicada por Ediciones «La rana y el águila” nº5, de la Secretaria de investigaciones v extensión universitaria de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia, en Tunja — Boyacá — Colombia 1977, por considerarla bastante ajustada a la realidad, ilustrativa de los años de aprendizaje del Maestro, y por ser un documento difícil de conseguir:
“LA VIDA INQUIETA Y NOVELESCA DE FRANCISCO CRISTANCHO
• En España, gran trombonista y oficial en la Guerra Civil.
• En Francia, Holanda, Dinamarca y Suecia, Músico de Éxito.
• En Venezuela, Argentina y Brasil, Director de Sinfónicas.
• En Tunja, Director de la Banda Departamental. Afortunado y excelente intérprete de los aires nativos.
FRANCISCO CRISTANCHO o «Pacho» Cristancho, como suelen llamarle sus amigos, nació el 27 de septiembre de 1905, en Iza, aterido y simpático pueblecito situado entre Sogamoso y la Laguna de Tota. Es, pues, paisano de aquel ingenioso cura que acreditó el nombre literario de Fermín de Pimentel y Vargas. Lo que el jacarandoso eclesiástico realizó con su pluma, Cristancho lo ha llevado a cabo con los signos del pentagrama: ambos han exaltado de manera insuperable las costumbres, los sentimientos y los rasgos característicos de la raza boyacense.
Tenía quince años solamente cuando fue nombrado «platillero» de la Banda Departamental. Meses más tarde se lo llevaron al Regimiento Sucre, de Tunja, pero no en calidad de recluta sino de platillero de la banda castrense. Pero como el muchacho tenía aspiraciones, para usar un modismo propio de las madres de familia, a fuerza de estudiar el bombardino noche y día, pudo ganar dos años más tarde la plaza de «concertino» de aquel difícil instrumento. Cuando lo licenciaron del Regimiento se fue para Bogotá y acomodado con la vida militar entró de «bombo» en la Banda Montada del Regimiento de Caballería. Allí aprendió toda suerte de ejercicios de equitación y a dominar, a pesar de sus cortas piernas, potros cerriles con la maestría de un llanero. Mas cansado de sufrir «terrenos» y «porrazos», y también porque el uniforme empezaba a oprimirlo demasiado, resolvió matricularse en el Conservatorio Nacional, entonces bajo la ilustre rectoría del maestro Guillermo Uribe Holguín. Estudió teoría y armonía y gracias al consejo y dirección de don Eleuterio Ortiz, adelantó satisfactoriamente estudios de trombón y de pistones. Al poco tiempo fue nombrado Primer Trombón de la Orquesta Sinfónica y luego Primer Trombón Solista y Primer Barítono Solista de la Banda de la Policía Nacional.
Trombonista y trotamundos
A pesar de que el maestro muestra un aire reposado y risueño como de persona que ha vivido la mayor parte de su existencia en forma uniforme y tranquila, sin embargo, al oír el entretenido relato de su vida nos convencemos de que la suya ha sido una de las más inquietas y llenas de avatares.
Empezó su odisea en Tunja, siendo estudiante del Colegio de Boyacá en donde, más que por su aversión a las ciencias exactas, se distinguió por su innata disposición para tañer la guitarra y la bandola, habiendo sido en este último instrumento maestro afortunado de Plinio Mendoza Neira, quien a pesar de haberse mostrado un aventajado discípulo, cambió años después las partituras de las danzas por los ademanes tribunicios del conductor político.
Viaja a Europa
En 1929 viajó en compañía de Emilio Murillo y Alejandro Wills Escobar, quienes con el correr del tiempo, tan hondo y bello testimonio habrían de dejar en la historia musical de Colombia, enviados por el gobierno nacional para representar a nuestro país en la celebérrima Exposición de Sevilla. Representaron en dicha oportunidad dignamente a Colombia, dando a conocer en forma magistral nuestros aires folclóricos; y hasta tal punto lograron captarse la admiración de los españoles pertenecientes a las más diversas clases sociales, que llegaron a ser invitados para dar sendas audiciones privadas al Rey Alfonso XIII, al General Primo de Rivera y a la Infanta María Luisa de Orleans Cuando sus compañeros regresaron a la patria, Cristancho se quedó a tentar fortuna como un conquistador a la inversa: quería ser el americano que cautivase a sus antiguos opresores n nuestras hermosas melodías mestizas, en cuya composición tanto ha aportado el peninsular, como el aborigen y el negro.
Recorrió toda España tocando el trombón en orquestas de tanta fama en aquellos días como Las Estrellas Negras, dirigida por un saxofonista cubano llamado el Negro Aquilino, y que ofrecía el atrevimiento y la particularidad de tocar desfilando dentro del ruedo de la Plaza de Toros mientras duraban las lidias. Recordando aquellas actuaciones tan abundantes en peligros y peripecias, el maestro nos confiesa mientras se pasa el pañuelo por la frente que ya empieza a ser tan amplia y limpia con un redondel:
-Únicamente por la necesidad que teníamos y por el señuelo de una magnífica paga, nos sometíamos a hacer todas aquellas barbaridades cuyo recuerdo me hace sudar todavía y me pone los pelos de punta. ¿Cuando uno está muchacho, cómo es de bruto, verdad?
Más tarde, disuelta la orquesta de la prueba mortal, se integró al célebre conjunto de Andrés Moltó quien fue catalogado durante muchas temporadas como el mejor de Madrid. Moltó era un magnífico trompetista y en su condición de tal fue contratado por la orquesta alemana de Mark Weber. Conociendo la calidad artística de Cristancho no tardó en hacerlo llamar a Amsterdam para servir en la misma notable agrupación en una inolvidable gira por Holanda, Bélgica, Dinamarca, Suecia y Noruega, con actuaciones especiales en París, Biarritz y San Juan de Luz. De esta última ciudad nuestro compatriota se fue a Madrid y mientras cosechaba aplausos en centros tan importantes como El Alcázar de aquella capital o el Casino «La Perla» de San Sebastián, lo sorprendió la guerra civil española. Entonces se cerraron los sitios de recreación y en vez de los acordes del bolero o del vals, se escucharon en adelante los truenos de los cañones y el tableteo lúgubre de las ametralladoras. En aquellas circunstancias, Cristancho, procediendo de conformidad con sus ideas liberales, vistió el uniforme de los milicianos y en su carácter de oficial, organizó la evacuación civil de San Sebastián a Barcelona, salvando con su coraje y sentido de la organización centenares de mujeres y niños, sirviéndose para ello de sólo un desvencijado buque carbonero. Terminada la guerra volvió a París, y sintiendo allí la nostalgia de la propia tierra se vino para Colombia a principios de 1937, suspirando, sin embargo, por volver algún día a visitar detenidamente a Berlín, Oslo y Estocolmo, en donde una vez estuvo ejecutando intermezzos de Calvo y pasillos de Morales Pino.
Tan pronto como hubo llegado a Bogotá fundó la Orquesta Universal y luego la Orquesta Sud-américa, que se convirtió poco después en aquella afamada Orquesta Ritmo que tuvo tan brillante actuación durante las festividades del Centenario de Bogotá, en 1938. No satisfecho con estas empresas, se encargó de la dirección artística de las emisoras «La Voz de la Víctor» y «La Nueva Granada» tomando parte, además, en la Orquesta Sinfónica de Colombia entonces bajo la dirección de Guillermo Espinosa.
Gira por América
Como acontece con la mayoría de nuestros artistas, políticos y hombres de letras, Francisco Cristancho conoció primero a París, Londres y Roma antes que el propio país o los de América Hispana. En parte, porque el diablillo de la trashumancia le impulsaba a una nueva salida, pasados unos cuantos meses de regreso de Europa, emprendió una gira artística por Venezuela, Argentina, Brasil y otras naciones latinoamericanas a donde llevó triunfante el mensaje de la música colombiana, a la vez que captó los diversos matices y características folclóricas de aquellas regiones y aprendió, también, el manejo de sus instrumentos típicos, tales como en el Brasil, el «Cavaquiño», el «Foche», la «Guasa» y la «Cuica», así como los aires genuinamente cariocas como el «Bayón», la «Zamba», el «Chorino» y, en fin, toda aquella gama de manifestaciones melódicas que el gran músico brasilero, ya continental, Heitor Villalobos, supo acoger, transformar y dar categoría artística en sus notables obras que representan uno de los más auténticos aportes de la música indoamericana a la cultura ecuménica. Cristancho es también un hábil intérprete de aquellas obras y suele ejecutarlas en una de sus estupendas guitarras traídas de Sao Paulo, y fabricadas especialmente para él por los admirables artífices Del Vecchio y Romero de Goorgi, quienes han fundado una verdadera dinastía de fabricantes de instrumentos musicales que con el tiempo, debido a los cuidados y perfección puestos en su factura, fueron tan célebres como aquellos legendarios de la ciudad italiana de Cremona.
El Director
Conocida en Brasil la personalidad musical de nuestro compatriota, fue invitado por sociedades, centros e instituciones musicales tanto oficiales como particulares, para dirigir orquestas sinfónicas de tanto renombre como la de Sao Luiz, la Banda Musical Sinfónica de las Fuerzas de Policía de Sao Paulo, la famosa Banda de la Marina de Río de Janeiro, y conjuntos de eminente categoría artística como el del inolvidable Xavier Cugat.
En tales ocasiones los programas estuvieron integrados, casi en su mayoría, por obras pertenecientes a la música folclórica colombiana’ siendo Francisco Cristancho de tal modo efectivo y fervoroso divulgador del arte regional y un afortunado exponente de la sensibilidad de la raza boyacense actuando con decoro y honor en un ámbito continental. Por esa época Joaquín Castro Martínez llevaba la representación diplomática de nuestro país ante el gobierno del Brasil, y desarrollaba una loable tarea de divulgación cultural, así como de ayuda y estímulo permanentes a todos los compatriotas que acudían a nuestra embajada. Castro Martínez, que conocía por anticipado los quilates artísticos de Cristancho, lo acogió desde el primer momento con la mayor simpatía y le auspició una serie de conciertos y audiciones que tuvieron lugar en los principales teatros de la capital, o a través de las ondas de la poderosa Radio-Globo, que sirvieron, ya para celebrar nuestras grandes efemérides patrias, ora para el noble propósito de dar a conocer la música de nuestros autores nacionales Emilio Murillo, Pedro Morales Pino, Alejandro Wills, Luis A Calvo, Guillermo Quevedo, Oriol Rangel y de tantos otros compositores cuyas obras constituyeron el mayor regalo espiritual para las gentes de esa gran nación.
-Si todos los embajadores colombianos- anota Cristancho-, se preocuparan por llevar a cabo en los correspondientes países una tarea parecida a la desarrollada allí por Castro Martínez, nuestro país, sus valores y sus diversas manifestaciones artísticas y culturales, serían hoy mucho más conocidos y no pasarían inadvertidos para el resto del mundo.
Hace algunos años el Gobierno de Ignacio Ruiz Ospina llamó a Cristancho para que se pusiera al frente de la Banda Departamental, y el maestro, renunciando a compromisos, comodidades y perspectivas halagüeñas, entendió el llamado oficial como una invitación de nuestro pueblo y se integró prontamente a Boyacá cual una fuerza viva de nuestro arte vernáculo. Desde entonces, con tesón y voluntad ejemplares se dedicó a conformar, pulir y disciplinar aquel organismo musical hasta lograr colocarlo entre los primeros de la nación. La Banda Departamental es hoy una de nuestras entidades culturales que podemos presentar con orgullo. -Nuestra Banda, dice Cristancho, está integrada por verdaderos profesores en sus respectivos instrumentos. Ellos poseen las más altas virtudes artísticas de nuestra raza y yo estoy orgulloso de haberlos dirigido.
El compositor
La faceta más interesante de la personalidad artística de Francisco Cristancho, es la del creador de música nacional. Su arte ha sabido captar y expresar las distintas tonalidades de la religiosidad, el amor y la nostalgia características de nuestra colectividad. Las obras suyas que más ama son el pasillo «Trigueñita», «Torbellino de mi tierra», y los conocidísimos bambucos «Bochica», “Guatavita» y “Bachué», y tantos más que ahora se nos escapan y que llevan el sello de afamadas casas fonográficas como la RCA Víctor, Sello Vergara, Sonolux, Ediciones Shell, Codiscos, Zeida, Capítol Records, Codiscos Mundial, y de otras internacionalmente conocidas como la Casa Polydor, de Berlín.
Nota final
Cuando estas líneas se escribieron, el maestro estaba aún vivo. Infortunadamente nos vemos obligados contra nuestra voluntad a registrar también su muerte, acaecida el 9 de febrero de 1977 en la ciudad de Bogotá, lejos de los verdes páramos y valles boyacenses que tantas veces de joven transitó a pie y contempló con ojos amorosos.
Sus hijos Francisco y Mauricio prolongan y perpetúan hoy no sólo su sangre y apellido sino también su noble talento musical. Los últimos años del compositor estuvieron dulcificados polla admiración permanente de sus coetáneos, por la tibieza cariñosa del hogar, y, principalmente, por los acordes de sus propias obras escuchadas en espléndidos «arreglos» hechos por Francisco Cristancho, hijo, quien en compañía de sus hermanos, fundó la Orquesta Colombiana «Francisco Cristancho», que asegura el conocimiento y la supervivencia de las creaciones de su ilustre padre, las que por el hecho de traducir fiel y melódicamente estados del alma del hombre boyacense y colombiano, tienen asegurada una perenne actualidad y difusión”.
Vicente Landínez Castro
Cronología del Maestro Francisco Cristancho
Basada en el libro: Francisco Cristancho Camargo, 100 años (1905 – 2005). (Martínez Echeverri, 2005)
1905. Nace en Iza, Boyacá, el 27 de septiembre.
1913. Muere su padre, don Belisario Cristancho, Coronel del bando liberal, junto al General Rafael Uribe Uribe y sobreviviente de la batalla de Palonegro. El pequeño Francisco, con sólo 8 años de edad, ya es intérprete de la bandola, el tiple y la guitarra, instrumentos por excelencia, de la música andina de su región. Viaja (a lomo de mula), a estudiar en la Escuela Normal de Tunja (capital departamental), donde debe vivir sólo, en una pensión. Allí hace parte de un trío, como intérprete de la bandola, junto con su compañero de habitación, en la guitarra y otro joven estudiante, habitante de la pensión, en el tiple.
1914. Con sólo 9 años de edad, ingresa como platillero, en la Banda de Música de Boyacá.
1920. Se gradúa como Bachiller, del Colegio de Boyacá. Ingresa al Batallón Bolívar, de Tunja, a prestar servicio militar, adscrito a la banda de guerra. Posteriormente lo trasladan al regimiento Sucre, en Flandes, Tolima. Hace su primer viaje en tren. En la localidad de Girardot, frente al río Magdalena, tiene oportunidad de escuchar otros aires musicales con estructuras más complejas: sones tropicales, música cubana, estadounidense, Can-can francés, etc. Forma un trío con Zoilo Nieto padre e hijo (homónimos), quienes además, loe permiten familiarizarse con el cine (mudo para entonces), y el acompañamiento en vivo de las películas, mediante música incidental. Se inicia allí, su pasión por el cine.
1922. Se traslada a Bogotá, a los 17 años. Ya es un consumado intérprete del bombardino.
1923. Ingresa al Conservatorio, a estudiar teoría, armonía y trombón, el cual sería su “instrumento principal”. Tenía oído absoluto, además de una prodigiosa memoria musical, lo cual le permitía transcribir sin mayores dificultades, melodías que hubiera escuchado una sola vez.
1924. Con el esfuerzo, la constancia y disciplina de la que haría gala durante toda su vida, se gana su ingreso a la Sociedad de Conciertos Sinfónicos y entra a formar parte de la Orquesta, dirigida por el Maestro Guillermo Uribe Holguín, donde escalaría rápidamente a las posiciones de Trombón Principal y Primer Trombón Solista. Paralelo a esto, ingresa como bandolista, a la afamada estudiantina de Pedro Morales Pino. También hace parte de la Banda de la Policía, como Primer Barítono Solista. Este es el año de la primera composición conocida: “Olga Primera”, dedicada a una reina de belleza.
1928. A los 23 años de edad, ve, por primera vez, una obra suya publicada: “Versión para violín y piano”.
1929. Viaja a España (un largo viaje por el río Magdalena, hasta la costa y luego por mar), junto con Alejandro Wills y Emilio Murillo (reconocidos maestros, compositores e intérpretes de música popular), a representar a Colombia en la Feria Hispanoamericana de Sevilla y la Exposición Universal de Barcelona, por encargo del Presidente Miguel Abadía Méndez. Allí tuvo oportunidad de tocar para el Rey Alfonso XIII y para el dictador, Primo de Rivera. Decide quedarse en España, con una bandola, como único instrumento, tocando un concierto para violín, de Beethoven. Posteriormente, ahonda en el estudio de la guitarra, gracias a lo cual tiene contacto con Maestros de la talla de Andrés Segovia. También ingresa como trombonista, en la orquesta del gran bailarín negro, Harry Fleming, donde se familiariza con armonías y estructuras más complejas, propias del jazz y de la música de Igor Stravinski.
Entre 1930 y 1935, hace parte de las famosas orquestas “Las estrellas negras” (compuesta por 34 músicos negros y él, que debía teñirse el rostro con carbón, para no desentonar), “Andrés Moltó” y “Marek Weber”, con quien hizo diversas giras por Europa.
1936. Regresa a España, y queda atrapado en la Guerra Civil, donde se une al bando Republicano y ejecuta varias misiones con gran heroísmo.
1937. Regresa a Colombia, a la edad de 32 años, e inicia una fructífera actividad musical, formando orquestas a la usanza del antiguo continente, igual que en la estructura de las grandes emisoras norteamericanas, algo totalmente novedoso en la conservadora ciudad de Bogotá: “Orquesta Universal”, “Orquesta Sudamérica” y la famosísima “Orquesta Ritmo”, dedicada a los bailes y eventos de las emisoras, los grandes hoteles y salones de la época. El Maestro rompe con los esquemas de los ensambles tradicionales (violín en la primera voz, flauta en la segunda y trompeta en la tercera), para armonizar con bloques de instrumentos, por familias: maderas, metales y cuerdas.
1940. Contrae matrimonio con Sofía Hernández, bellísima declamadora y actriz del incipiente cine nacional, quien abandona su carrera, para dedicarse al cuidado de su esposo y posteriormente, de los hijos que nacerán de esta unión: Francisco José, en 1941 y Mauricio, en 1946, ambos dignos continuadores de esta insigne estirpe musical.
1941 – 1947. El Maestro Cristancho hace parte de la Orquesta Sinfónica de Colombia, dirigida por el Maestro Guillermo Espinosa. Paralelamente trabaja con sus propias orquestas de baile.
1946. Participa, en la fundación de SAYCO (Sociedad de autores y compositores de Colombia), junto con Antonio Álvarez lleras, Jerónimo Velasco, Alberto Villa Leiva, Jorge Olaya Muñoz, Carlos Gutiérrez Riaño, Salvador Mesa, Alberto Urdaneta, José Barros y otros.
1947. Viaja con la familia a Venezuela, donde forma dúo con el virtuoso guitarrista Mussapere (último de los indígenas Tabajaras, de la sierra brasileña de Ibiapaba, ex integrante del dúo “Los indios Tabajaras”, ídolos latinoamericanos para ese entonces); además de Venezuela, viajan a Trinidad y posteriormente a Brasil, donde cosechan grandes éxitos y elogios (“Mussapere toca con los dedos y Cristancho con el corazón”…comentario en el diario O Globo de Brasil).
1950. Regresa a Bogotá, a continuar su labor como Director de orquestas, arreglista y compositor.
1957- 1966. Director de la Banda Departamental de Boyacá.
1966. Regresa a Bogotá. Inicia la labor docente, junto con sus hijos, Francisco José y Mauricio, así como con su nuera, la pianista Ruth Marulanda.
1969. Sufre un derrame cerebral, el 16 de diciembre, el cual le deja algunas secuelas físicas que limitan su movilidad y su facilidad de comunicación (hemiplejia y afasia).
1977. Fallece en Bogotá, el 9 de febrero, a los 72 años de edad.
Texto extraído de la «Tesis de grado» VERSIONES MUSICALES DE LAS OBRAS EL MOCHILAS Y EL DORADO, DEL MAESTRO FRANCISCO CRISTANCHO CAMARGO, PARA QUINTETO DE SAXOFONES, BAJO ELÉCTRICO Y PERCUSIÓN de Andrés Francisco Cristancho Cáceres